Raúl Arias Lovillo*
El 27 de noviembre, en la XXVIII reunión de la asamblea general de la Organización Universitaria Interamericana (OUI), se otorgó a la Universidad Veracruzana, representada por el que esto escribe, la Presidencia del organismo universitario más importante y numeroso del Continente Americano.
El acontecimiento se produjo en la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), Ecuador, en el marco del I Congreso CAMPUS, “Construyendo Espacios Comunes de Educación Superior”.
La elección a favor de la Universidad Veracruzana fue con el voto unánime de la asamblea general de la organización de instituciones de educación superior más grande del continente.
En todos los sentidos se trata de una seria pero muy estimulante responsabilidad internacional; no sólo porque refleja el reconocimiento continental a nuestra institución, sino porque nos compromete en nuestros territorios académicos a trabajar más y mejor, y a consolidar y a ampliar los procesos de calidad, que fueron en realidad el sustento del voto de todas las afiliadas a la OUI a favor de la UV.
O sea, fueron la fortaleza académica y la solvencia moral de nuestra institución lo que nos colocó al frente de la OUI.
En la Asamblea, ante gran número de rectores y expertos de todo el continente, presentes funcionarios del gobierno de Ecuador, el Director General de Conacyt de México, José Carlos Romero Hicks, presidente honorario de la OUI, agradecí el nombramiento y asumí el compromiso de respetar los valores y consolidar los programas de la OUI, de impulsarla con mayor fuerza entre las instituciones del continente, de hacer más efectiva su presencia en las regiones, y de fortalecer y a ampliar sus vínculos con los organismos internacionales.
La OUI, programas y compromisosUn nombramiento de este nivel, obliga necesariamente a definiciones frente al entorno educativo internacional y a expresar propuestas concretas ante los retos que la educación superior en concreto tiene que superar y resolver.
Para nadie pasa inadvertido que estos retos tiene un escollo adicional que es la situación económica internacional.
Crisis económica que se reconoce como la más profunda desde los años 20 del siglo pasado, pero que también se produce en un cambio de época que tiene un rasgo singular: la velocidad vertiginosa de las transformaciones que actualmente ocurren en la sociedad de conocimiento.
No obstante, como dirigentes de las universidades públicas del continente, no podemos perder de vista que también las crisis nos obligan a estimular la inteligencia, a impulsar el espíritu de cambio, y a aprender de ellas para superarlas. Y pronto, que no nos rezaguemos más en lo científico y lo tecnológico. Que evitemos, en suma, los riesgos de una atonía perniciosa que suele ocurrir a quienes se refugian en el individualismo posesivo y en la decadencia.
Contamos para ello con un espacio como la OUI, que hoy es más fuerte desde el punto de vista de sus estructuras y su implantación; es más numerosa y sus programas son más exitosos y eficaces. Los resultados de tres de los programas estratégicos, el Instituto de Gestión y Liderazgo Universitario (IGLU), el Colegio de las Américas (COLAM) y el programa CAMPUS, demuestran la integración comprometida de sus miembros, y permiten advertir los avances que se pueden alcanzar en los próximos años.
En este contexto, estoy convencido de que el germen de un nuevo modelo que transformaría de raíz la educación superior es el establecimiento de un espacio común para la educación superior. De ahí que un compromiso sea consolidar procesos como la internacionalización de la educación superior y trabajar en la vinculación docencia-investigación. Esa será una aportación real y concreta de las universidades a la situación de nuestro entorno continental.
En nuestro Plan de Trabajo tendrá un lugar especial el impulso del uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, la educación a distancia y la vinculación universidad-empresa, ampliaremos nuestra presencia en la Organización de Estados Americanos (OEA), porque de hacerlo así, podríamos constituirnos en el verdadero y más representativo interlocutor de la educación superior ante este organismo, capaz de sensibilizar a los tomadores de decisiones del continente en la necesidad de invertir en la educación superior, como el medio más seguro de retribuir de beneficios a la sociedad.
Sabemos que una relación firme con la OEA nos permitirá acordar convenios de colaboración a través de modelos probados de vinculación y colaboración de la universidad con las pequeñas empresas, los cuales hemos desarrollado en algunas universidades de la OUI.
Se trata, en suma, de un Plan de Trabajo que dará sustento e impulso a programas concretos, eficaces, socialmente sustentables, que conducirán a las instituciones de educación superior a crear las condiciones para alcanzar una real distribución social del conocimiento, con el fin de hacer de éste una palanca efectiva del desarrollo de nuestros países, regiones y comunidades.
Reconocer las diferencias en términos de cobertura, calidad, de créditos, y de movilidad de estudiantes y académicos entre los sistemas de educación superior, constituyen retos importantes que vamos a abordar en el corto plazo.
Pero estoy convencido que los desafíos de corto, mediano y largo plazo, los podemos superar. Iniciaremos esta labor por las naciones del continente, por sus pueblos y sus comunidades, unidas por la diversidad y la multiculturalidad.
LA OUI, una organización diversa y plural, que reúne a universidades de Las AméricasLa OUI tiene a su contingente más numeroso en la región latinoamericana, en donde nuestros retos son más ingentes. Para América Latina la fuerza de los cambios es ineludible. No puede, y no debe, esperar a ver qué ocurre con el mundo desarrollado. Tiene que renovar su visión del mundo y, dentro de ella, el papel de sus universidades. Tiene que aprender a generar más conocimiento y a vincular, de manera realmente efectiva, el conocimiento con el desarrollo.
Tiene, por tanto, que continuar en la búsqueda de las mejores soluciones para el futuro de sus universidades. La definición del futuro de estas últimas depende ciertamente de la forma en que el mundo –y cada una de las naciones– salga de la actual crisis, pero también de la forma en que las universidades mismas respondan a diversas fuerzas que de tiempo atrás han venido incidiendo en su misión y en sus funciones.
Desde su fundación hace tres décadas, la OUI ha tenido como meta asumirse como un foro abierto y plural a la discusión y elaboración de acuerdos sobre la agenda educativa de nivel superior en nuestro continente.
Se ha empeñado en establecerse y consolidarse como un organismo que refuerza la capacidad de nuestras instituciones en la gestión, formación y capacitación de líderes universitarios, en la formación de redes de colaboración con fines académicos y de investigación, estimulados por las necesidades de una educación a lo largo de la vida y por la propia internacionalización.
Hoy podemos confirmar que este compromiso social y organizativo se ha hecho efectivo en la realidad; hemos visto que de manera creciente las instituciones contribuyen a que nuestros países, regiones y comunidades, logren un desarrollo sostenible y equitativo, así como un mejor desarrollo humano de sus ciudadanos.
Si sabemos de nuestros problemas y aplicamos nuestras potencialidades, unidos, podemos salir adelante. Se trata de acortar brechas uniendo esfuerzos y trabajando con dedicación y responsabilidad.
Eso vamos a intentar hacer al frente de la OUI. Unir, sumar y trabajar por hacer de la educación superior de nuestro continente una palanca del desarrollo sostenible de nuestras sociedades.
O sea, palabras todas ellas pronunciadas en Ecuador, equivalentes a la ética de los compromisos y responsabilidades al frente de la Universidad Veracruzana.
*Rector de la Universidad Veracruzana.
Artículo Publicado bajo la autorización del autor.